La semana pasada retomé las clases después de seis años de inactividad académica.
La decisión de dejar de trabajar y volver a estudiar ha sido muy difícil, y fundamentalmente la tomé para poder tener un tratamiento en una clínica privada de TCA (el seguro escolar lo costea en casos de no haber ningún ingreso).
Estoy cansada. Agotada.
Esta es la última puerta a la que llamo.
He llegado a la conclusión que si consigo librarme de mi trastorno alimentario podré hacerlo también de mi ansiedad, mi sobrepeso, mis problemas de insomnio, mis fases depresivas, mi angustia vital y sobretodo de esa infelicidad tan grande y constante que siento.
Evidentemente que muchas veces pienso que adelgazar está por encima de todo, sí. Pero es que lo he conseguido varias veces (en dos ocasiones he perdido 30 kilos, y en otras muchas he bajado de peso) y no solo no he logrado deshacer el nudo, sino que he recuperado el peso rápidamente volviendo a partir de la misma casilla pero con mayor frustración añadida.
En el fondo creo que me merezco todo esto. Siempre lo he pensado. Es algo que llevo con vergüenza desde hace muchísimos años. Abiertamente solo recuerdo haber tenido 4 o 5 conversaciones con mi familia sobre el tema.
Son tantos años.
El otro día cuando fui al centro donde me quiero tratar leí el papel donde apuntaban y vi que ponía "paciente con TCA de larga evolución".
Tengo tanto miedo.
Tengo muchos recuerdos de mi infancia asociados a la comida. Muchísimos.
Recuerdo con seis años coger galletas de la cocina mientras nadie miraba y sentarme detrás de la puerta de mi habitación a devorarlas a escondidas mientras lloraba. Recuerdo estar siempre a dieta. Recuerdo... También puedo recordar perfectamente las emociones y las cosas que había detrás de todo aquello. Comer para olvidar, para que el sentimiento de culpa por comer ahogara el verdadero dolor que era incapaz de digerir.